El término Trastornos de la Interacción Cerebro-Intestino (TICI) ha reemplazado a los Trastornos Gastrointestinales Funcionales para reflejar mejor la relación bidireccional entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema nervioso entérico (SNE), a menudo referidos como el primer y segundo cerebro (Drossman, 2016). El SNE opera bidireccionalmente, lo que significa que el intestino influye en el cerebro, y el cerebro influye en el intestino a través de vías neuronales, inmunológicas y endocrinas (Foster et al., 2017).
Ejemplos físicos de los TICI incluyen el síndrome del intestino irritable (SII) y la dispepsia funcional (Black et al., 2020). La desregulación del microbioma intestinal se refiere a un desequilibrio en la comunidad microbiana, lo que lleva a disbiosis, que a su vez exacerba los síntomas (Wei & Singh, 2021). La disbiosis intestinal también está relacionada con varios trastornos mentales a través de sus efectos sobre la regulación de neurotransmisores, la inflamación y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA) (Cryan & Dinan, 2012). La pérdida de bacterias intestinales beneficiosas debido a factores como el uso de antibióticos deteriora aún más la producción de serotonina, contribuyendo a la ansiedad y la depresión (Bastiaanssen et al., 2020).
Cómo el trauma y el estrés crónico afectan el sistema nervioso
El trauma afecta significativamente el eje cerebro-intestino, iniciando un ciclo de malestar mental y físico. Esto ocurre en gran parte porque el trauma activa el sistema nervioso simpático, desencadenando una respuesta persistente de lucha, huida o congelación que interrumpe el equilibrio autonómico e impide que el cuerpo regrese a un estado de calma. El dicho «descansar y digerir» destaca la necesidad de la activación parasimpática para una digestión óptima.
El SII puede desarrollarse en respuesta al trauma, ilustrando cómo los factores estresantes psicológicos desencadenan disfunción intestinal a través de la desregulación del eje cerebro-intestino (Chrousos, 2009). La hiperactividad e hipoactividad fluctuantes asociadas con el trastorno de estrés postraumático (TEPT) se reflejan en cambios en la motilidad intestinal, donde las personas experimentan episodios alternos de diarrea (motilidad hiperactiva) y estreñimiento (motilidad hipoactiva). Estas disrupciones contribuyen a la hipersensibilidad visceral, al aumento de la permeabilidad intestinal y a una mayor inflamación con el tiempo.
El trauma activa el eje HHA, aumentando los niveles de cortisol, lo que desencadena inflamación, interrumpe el microbioma y altera la permeabilidad intestinal—manifestándose como SII u otros problemas gastrointestinales (Mayer et al., 2021). El aumento de la permeabilidad intestinal permite que bacterias, toxinas y partículas de alimentos no digeridos entren en el torrente sanguíneo, desencadenando respuestas inmunes sistémicas e inflamación (Korn, 2023; Kelly et al., 2015).
La conexión entre el trauma, la serotonina y la salud intestinal
El trauma interrumpe la función intestinal, alterando la producción y señalización de serotonina. Aproximadamente el 95% de la serotonina del cuerpo se sintetiza en el intestino por células intestinales, que se comunican directamente con el SNC a través del eje cerebro-intestino (Carabotti et al., 2015). La desregulación de la serotonina exacerba condiciones como la ansiedad, la depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y el trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Mecanismos fisiológicos en los TICI
Los TICI no son causados por anormalidades estructurales sino por disrupciones en la motilidad, hipersensibilidad visceral, inmunidad mucosal y desregulación del microbioma, todo lo cual contribuye a síntomas sin una causa orgánica identificable (Mayer et al., 2015). Las alteraciones en la motilidad conducen a síntomas como diarrea, estreñimiento e incomodidad abdominal (Camilleri, 2017). La hipersensibilidad visceral aumenta la sensibilidad del tracto gastrointestinal, resultando en incomodidad e inflamación (Drossman, 2016). El sistema inmunológico mucosal, una barrera y mecanismo de defensa crítico, puede activarse anormalmente en los Trastornos Gastrointestinales Funcionales, contribuyendo a la inflamación y a la exacerbación de los síntomas (Wei & Singh, 2021). El estrés y la nutrición juegan roles interconectados en el desarrollo de los TICI, siendo la mala nutrición a menudo un subproducto del trauma.
El papel de los ácidos grasos de cadena corta en la salud intestinal
La disbiosis intestinal altera los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), metabolitos clave producidos por la microbiota que mantienen la homeostasis intestinal. Una disminución en las bacterias productoras de AGCC, particularmente las responsables de la producción de butirato, reduce los niveles de AGCC, llevando a una función intestinal deteriorada (Parada Venegas et al., 2019). Se ha encontrado que la suplementación con ácido butírico reduce los síntomas del SII (Miga-Orczykowska et al., 2024).
Pruebas de laboratorio para la salud intestinal y el manejo de los TICI
Los avances en pruebas ayudan a identificar desequilibrios en la microbiota intestinal, problemas de permeabilidad intestinal (PI) y sensibilidad a FODMAP, ayudando al manejo del SII. La permeabilidad intestinal (PI) se refiere al paso de material desde el tracto GI a través del revestimiento intestinal hacia el cuerpo (Camilleri, 2019). Los FODMAP son carbohidratos de cadena corta que se absorben mal en el intestino delgado, contribuyendo al malestar digestivo. Una dieta baja en FODMAP elimina oligosacáridos fermentables (trigo, ajo, cebolla, legumbres), disacáridos (lácteos con lactosa), monosacáridos (fructosa en exceso de la miel, manzanas) y polioles (hongos, productos sin azúcar) (Gibson & Shepherd, 2010).
Las pruebas para PI incluyen la Evaluación de Permeabilidad Intestinal de Genova, que mide la absorción de dos moléculas de azúcar no metabolizadas para evaluar la función de la barrera, y Array 2 de Cyrex Labs, que evalúa la permeabilidad a moléculas grandes que desencadenan inflamación inmune.
Intervenciones para los trastornos de la interacción cerebro-intestino
Nutrición para la salud intestinal
Varias intervenciones basadas en evidencia respaldan la salud del eje cerebro-intestino. Los enfoques nutricionales incluyen la glutamina, que apoya la regeneración de las células intestinales y la integridad de las uniones estrechas para restaurar el revestimiento intestinal y reducir la permeabilidad (Kim et al., 2017). La curcumina, un compuesto presente en la cúrcuma, posee propiedades antiinflamatorias y antioxidantes que modulan la microbiota, reducen el estrés oxidativo y mejoran la cicatrización mucosa (Ghosh et al., 2021).
Intervenciones psicológicas para la salud cerebro-intestino
Las intervenciones psicológicas, incluyendo la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la hipnoterapia, han demostrado eficacia en el tratamiento de síntomas relacionados con el intestino. La TCC ayuda a modificar patrones de pensamiento desadaptativos, reducir la amplificación de síntomas relacionados con el estrés y mejorar la regulación emocional, lo que lleva a una disminución de la hipersensibilidad visceral y la ansiedad relacionada con los síntomas.
Hipnoterapia dirigida al intestino
La hipnoterapia actúa a través de un mecanismo descendente al inducir un estado de trance caracterizado por actividad de ondas cerebrales theta y delta, mejorando el tono vagal y regulando la digestión (Labus et al., 2015). Estudios sugieren que la hipnoterapia dirigida al intestino reduce la sensibilidad visceral, la inflamación intestinal y los desequilibrios del microbioma (Gonsalkorale et al., 2002). Para la disfunción intestinal relacionada con el trauma, la hipnoterapia ayuda a reestructurar la conexión entre los recuerdos traumáticos y la función digestiva, promoviendo la sanación. Basado en la memoria, el aprendizaje y la conducta dependientes del estado, este método sugiere que los recuerdos codificados en un estado de conciencia solo pueden accederse regresando a un estado similar.
Diferentes enfoques hipnoterapéuticos incluyen la hipnoterapia centrada en soluciones para preocupaciones intestinales específicas y la hipnoterapia ericksoniana, desarrollada por Ernest Rossi, que explora el papel de la memoria, aprendizaje y comportamiento dependientes del estado en la regulación del estrés, la expresión genética y la función inmunológica. Integrar la hipnoterapia con la terapia cognitivo-conductual, la atención plena y ejercicios centrados en el cuerpo como el escaneo corporal y la autopalpación proporciona un enfoque integral para el alivio de los síntomas y mejoras sostenibles en la salud.
Manipulación visceral para el alivio de los síntomas
A menudo remito a mis clientes a Manipulación Visceral (ya no la practico, pero lo hice durante cuarenta y cinco años) debido a la tensión crónica y la disfunción que se acumulan en respuesta al estrés, el trauma y el dolor debido al proceso digestivo. La aplicación del tacto suave de manos curativas a los diferentes órganos del tracto digestivo puede ayudar a liberar la memoria dependiente del estado, relajar las vísceras e iniciar una respuesta placentera y sanadora donde puede que no haya habido una durante muchos años.
Conclusión: restaurar el equilibrio en el eje cerebro-intestino
Los Trastornos de la Interacción Cerebro-Intestino (TICI) destacan la profunda conexión entre la salud digestiva y mental, con el trauma, el estrés y la disbiosis impulsando la disfunción intestinal. Estas disrupciones afectan la motilidad, las respuestas inmunes y la producción de neurotransmisores, contribuyendo a condiciones como el SII, la ansiedad y la depresión.
El tratamiento efectivo va más allá del manejo de los síntomas para abordar la salud intestinal a través de la nutrición, la psicoterapia y el trabajo corporal. Nutrientes como la glutamina, la curcumina y el ácido butírico apoyan la reparación intestinal, mientras que la terapia cognitivo-conductual y la hipnoterapia ayudan a regular las respuestas al estrés y mejorar el tono vagal. La manipulación visceral ofrece una forma poderosa de liberar el trauma almacenado en los órganos digestivos. Al restaurar el equilibrio en el eje cerebro-intestino, los enfoques integrativos promueven una sanación duradera y el bienestar general. Las pruebas de laboratorio brindan información sobre los desequilibrios del microbioma, guiando una atención personalizada.
Referencias
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Gibson, P. R., & Shepherd, S. J. (2010). Evidence-based dietary management of functional gastrointestinal symptoms: The FODMAP approach. Journal of Gastroenterology and Hepatology, 25(2), 252–258. https://doi.org/10.1111/j.1440-1746.2009.06149.x
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Miga-Orczykowska, N., Lemieszek, P., Sajkiewicz, I., & Rudnicka, K. (2024). Exploring the Therapeutic Potential of Sodium Butyrate in Irritable Bowel Syndrome. A Literature Review. Journal of Education, Health and Sport, 68, 55326. https://doi.org/10.12775/JEHS.2024.68.55326
Parada Venegas, D., De la Fuente, M. K., Landskron, G., González, M. J., Quera, R., Dijkstra, G., Harmsen, H. J. M., Faber, K. N., & Hermoso, M. A. (2019). Short chain fatty acids (SCFAs)-mediated gut epithelial and immune regulation and its relevance for inflammatory bowel diseases. Frontiers in Immunology, 10, 277. https://doi.org/10.3389/fimmu.2019.00277
Wei, L., & Singh, R. (2021). Gut microbiota dysbiosis in functional gastrointestinal disorders: Underpinning the symptoms and pathophysiology. Frontiers in Microbiology, 12, 715506. https://doi.org/10.3389/fmicb.2021.715506

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